María Moliner: El Diccionario, la mujer.

f2f7398e7697a71f44311832b8070077Hoy hace medio siglo que se publicó por primera vez el Diccionario de uso del español de María Moliner, en palabras de García Márquez, «el diccionario más completo y divertido de la lengua castellana». Desde este espacio queremos dedicarle nuestro sencillo homenaje a Dª María Moliner, la mujer que realizó ella sola, ficha a ficha, la proeza de escribir un diccionario; la mujer que nos abrió de par en par tantas ventanas a las palabras.

La profesora Mª Antonia Martín Zorraquino señala que María Moliner «representa todo un estilo de ser mujer en el siglo XX«; pertenece al grupo de las pioneras universitarias que ejercieron, además, una profesión; refleja una manera profundamente moral de realizarse como persona: fue una mujer claramente inteligente y, al mismo tiempo, vigorosamente responsable y generosa para con los demás, a quienes, como divisa, hay que entregar la obra perfecta en la medida de las posibilidades de cada uno.

María Moliner realizó una proeza en la España de los años cincuenta y sesenta no siempre valorada en su justa medida: escribió ella sola, en su casa y durante dieciséis años, el que, en opinión de muchos escritores, es el mejor diccionario escrito en nuestro idioma: el Diccionario de uso del español, o el María Moliner, a secas, como se le conoce popularmente. Cuando se publicó por primera vez, en el año 1966, por la Editorial Gredos, el Diccionario de uso del español tenía en total más de 3.000 páginas y pesaba tres kilos. En su presentación, muchos sabios se quedaron atónitos: no entendían cómo aquella mujer había podido escribirlo durante los ratos libres que le dejaba su empleo de bibliotecaria y el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar calcetines. Para entenderlo es imprescindible conocer quién fue María Moliner y las circunstancias en las que creó su Diccionario.

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María Moliner nació en Paniza (Zaragoza) el 30 de marzo de 1900, en el año cero como a ella le gustaba decir, en un ambiente familiar acomodado: su padre era médico rural y la familia de su madre poseía tierras. Cuando María Moliner tenía dos años, toda la familia se trasladó a vivir a Madrid. Poco después, su padre realizó un viaje a la Argentina, del que nunca volvió. En Madrid, los hermanos Moliner estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza y fue allí donde, probablemente, la pequeña María empezaría a interesarse por las palabras y por los entresijos de la gramática. De vuelta a Zaragoza, terminó el Bachillerato en el Instituto General y Técnico, y estudió Historia en la Universidad. Al terminar la carrera, hizo oposiciones al Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, y empezó a trabajar en el Archivo de Simancas. Después estuvo destinada en Murcia y en Valencia.

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En Valencia, junto a su marido, un catedrático de Física llamado Fernando Ramón, María Moliner vivió el periodo de mayor plenitud vital: el nacimiento y crianza de sus dos hijos pequeños, la atención de la casa, la vida profesional y, sobre todo, la participación entusiasta en las empresas culturales de la II República. Tanto María Moliner como su marido fueron dos intelectuales comprometidos con la sociedad en la que vivieron, a la que procuraron dar lo mejor de sí mismos. Así, junto con otros matrimonios amigos, decidieron fundar la Escuela Cossío, siguiendo el modelo de la Institución Libre de Enseñanza, para poder educar a los niños de forma moderna y europea.

Además, María Moliner colaboró con las Misiones Pedagógicas de la II República, ocupándose de la organización de las bibliotecas rurales. Dirigió las Bibliotecas Circulantes de las Misiones Pedagógicas (el antecedente de los bibliobuses) y escribió unas Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas, que se publicaron sin nombre de autor en Valencia, en 1937. Allí decía cosas como éstas: “El bibliotecario, para poner entusiasmo en su tarea, necesita creer en estas dos cosas: en la capacidad de mejoramiento espiritual de la gente a quien va a servir, y en la eficacia de su propia misión para contribuir a ese mejoramiento”.

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A finales de 1937, María Moliner tuvo que abandonar su puesto como directora de la Biblioteca Universitaria de Valencia para entregarse de lleno a la dirección de la Oficina de Adquisición de Libros e Intercambio Internacional. Cambiaba libros extranjeros por libros españoles con otros países y así difundía la obra de poetas como Antonio Machado o Miguel Hernández, o cuentos como los de Celia de Elena Fortún. La lucidez y capacidad organizativa de María Moliner quedarán plasmadas en las directrices que redacta como Proyecto de Plan de Bibliotecas del Estado, publicado en 1939, y considerado uno de los mejores planes bibliotecarios de España.

Al término de la Guerra Civil, los Ramón-Moliner sufrieron represalias políticas. Expedientados por los vencedores, María Moliner fue depurada de su puesto de funcionaria y perdió 18 puestos en el escalafón del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios, que no recuperaría hasta 1958. Su marido fue desterrado a Murcia.

8En 1946, Fernando Ramón fue rehabilitado y destinado a la Universidad de Salamanca. María Moliner consiguió entrar como bibliotecaria en la Escuela de Ingenieros Industriales de Madrid, donde los profesores y los alumnos la llamaban “la Roja”. Allí permanecería hasta su jubilación en 1970. Fue en esta nueva etapa de su vida, separada físicamente de su marido la mayor parte de la semana y criados ya sus cuatro hijos, cuando María Moliner encontrará tiempo para dedicarlo a su pasión por las palabras.

Fue entonces, hacia 1950, cuando comenzó el Diccionario de uso del español. Se buscó una excusa peregrina para ello: “Si lo acabo en dos años, emplearé el dinero que gane en montarle una clínica a Enrique” (su primogénito, que era médico). Y así, tal y como cuenta uno de sus hijos, un día se levantó a las cinco de la mañana, dividió una cuartilla en cuatro partes iguales y se puso a escribir fichas de palabras. Sin más preparativos. Día tras día y año tras año. Infatigablemente. Con una determinación inquebrantable. Usaba dos atriles, una máquina de escribir “Olivetti”, una pluma, un lapicero y una goma. Consultaba el Diccionario de la Real Academia, el Casares, el Corominas y las cuestiones científicas, con su marido y con sus hijos. Pero su fuente favorita la constituían los periódicos porque, según decía doña María, “allí viene el idioma vivo, el que se está usando, las palabras que tienen que inventarse al momento por necesidad”.

El diccionario que estaba escribiendo María Moliner no era como los demás. Ella misma decía muy orgullosa: “Será un diccionario único en el mundo”. Además de las definiciones y de los sinónimos, añadía múltiples ejemplos y explicaciones sobre el uso de preposiciones o verbos. En su Diccionario no existían ya ni la CH ni la LL, tampoco las palabrotas.

Terminó el diccionario dieciséis años después, apremiada por la editorial y, en su dedicatoria, escribió: “A mi marido y a nuestros hijos les dedico esta obra terminada en restitución de la atención que por ella les he robado”. De aquella primera edición de 1966 se realizaron veinte reimpresiones.

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En 1972, María Moliner fue la primera mujer propuesta para ingresar en la Academia de la Lengua, pero algunos señores académicos, no se sabe muy bien si porque era mujer, republicana o una bibliotecaria metida a filóloga, no la eligieron. Un académico se plantó en la puerta gritando: “¡Mientras yo esté en esta casa, las únicas mujeres que entrarán aquí serán las de la limpieza!”. Al oír semejante despropósito, muchas feministas y progresistas montaron en cólera, pero doña María ni se inmutó. Con elegancia y sencillez agradeció no ingresar en la RAE porque su mala salud le hubiera impedido cumplir con las responsabilidades del cargo.

Después de aquello, llegaron las notas tristes al final de su vida. Murió su marido, que anteriormente había quedado ciego, y doña María, privada de la lucidez desde 1975, vivió los últimos años retirada, con una señora de compañía. Solo se sentía feliz jugando con sus nietos y regando las macetas de su terraza. Así lo hizo hasta 1981.

El Diccionario de uso del español

El Diccionario de María Moliner se diferencia del de la Real Academia Española en muchos aspectos.

El principal es que no es exclusivamente un diccionario para la interpretación o descifrado de enunciados (“que ayuda a entender”), sino para el uso, esto es, para el cifrado de mensajes (“que ayuda a decir”). En su Diccionario de uso del español, además de las definiciones, María Moliner explica, incluso con ejemplos, cómo se utilizan las preposiciones, los verbos, qué adjetivos se aplican a un sustantivo, cómo se combinan estos y en qué contextos y situaciones se usa cada palabra o frase. Por ejemplo, en la entrada «sueño» nos indica que este puede ser “dulce”, “eterno”, “hipnótico” o “pesado”.

Tuvo muy en cuenta a los profesionales de la lengua, periodistas, escritores o traductores, que tuviesen necesidad de ir «de la idea a la palabra», o sea, de encontrar la palabra o frase apropiada para expresar correctamente una idea. Por eso incluyó en su diccionario sinónimos, palabras y frases afines (“catálogos”).

María Moliner rompió con la tradición de definir los términos a partir de sinónimos y de frases oscuras y estereotipadas del tipo: «Dícese de…». Ella marcó su propio estilo de definición, escribiendo explicaciones claras y directas, con un vocabulario sencillo y próximo al lector.

Descontenta con las soluciones que aportaba la Academia, y que otros diccionarios repetían, estableció un sistema para no caer en los tan desagradables círculos viciosos, es decir, palabras que se definen con otras palabras sinónimas que, a su vez, remiten a las primeras. El Diccionario de María Moliner es uno de los pocos prácticamente exento de circularidades, porque en las definiciones se sigue lo que la autora llama un “procedimiento ascensional”: cada palabra se define siempre con otra de contenido más extenso que ella, lo cual hace que el Diccionario posea una estructura ascendente, formada por cadenas de palabras que enlazan las situadas en la base, de máxima especificidad, hasta la cúspide en que estarán las palabras de amplio contenido, el “cono léxico”.

escanear0003Por otra parte, María Moliner no se olvidó de incluir en su obra los préstamos de otras lenguas que usamos tan asiduamente, aunque en aquella época no hubieran sido admitidos por la Real Academia, como por ejemplo «emergencia», «control» o «test». En este aspecto, como en otros muchos, doña María fue una auténtica pionera.

Desde que su obra vio la luz, María Moliner ya era consciente de la necesidad de actualizar el Diccionario. Declaraba en 1972: «Después de publicado, yo sigo trabajando en él. En un diccionario no se puede dejar de trabajar. Constantemente estoy viendo en los periódicos o en las novelas expresiones que anoto para incluirlas. Ya tengo una gran colección de adiciones. Si no me muriera, seguiría siempre haciendo adiciones al diccionario». La enfermedad y la muerte le impidieron completar la tarea. Sin embargo, a partir de ese momento, algunos familiares y diversos colaboradores se ocuparon de mantener viva la obra. Así, en 1995 fue editada en CD-ROM, en 1998 apareció una segunda edición, revisada y aumentada, y en el año 2016, la 4.ª edición. El corpus actual del Diccionario de uso del español está constituido ya por 92.700 entradas, unas 10.000 más que el publicado en 1966 y 1967 (un volumen cada año) por doña María Moliner Ruiz, el trabajo de toda una vida.


(Fuentes:  Gabriel García Márquez “La mujer que escribió un diccionario”, El País, 10 de febrero de 1981.
José Luis Cano, María Moliner y su Diccionario, Zaragoza, Xordica, 2000.
http://cvc.cervantes.es/lengua/mmoliner/default.htm)

 

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Una respuesta a María Moliner: El Diccionario, la mujer.

  1. Paniza dijo:

    «Tendiendo palabras»… desde la Ventana.
    Gracias por este homenaje a María Moliner, por recoger su vida sin olvidar ninguno de sus hitos (tampoco la oscuridad de la represión franquista ni la discriminación machista). Y sobre todo por presentar y esclarecer esas peculiaridades del María Moliner… (me pregunto, ¿por qué no ensaya la RAE ese estilo en sus futuras ediciones de su Diccionario?).
    Muy oportuno este homenaje, que coincide con la presentación (ayer en Zaragoza, hoy en Madrid) de un documental sobre su vida y su diccionario: «María Moliner. Tendiendo palabras» de Vicky Calavia.
    Se puede ver su trailer (¿incluiría esta palabra en su Diccionario?):

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